La cerámica de Tonalá nos seduce por los cinco sentidos. La vista es convocada en las formas y los dibujos. El oído y el tacto también, pues estas piezas son elogiadas por su sonoridad, porosidad y pulido. El agua que se conserva en barro de Tonalá adquiere un sabor más puro. Pero el olfato es el verdadero privilegiado en el encuentro con la "loza de olor" que es estudiada en estas páginas.
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